No seas tu propia jaula.

Por eso es tan cruel y despiadado,
tan egocéntrico y poco humano, encarcelar un pájaro.
Disminuirlo a su punto más ínfimo, encerrado en una pequeña jaula
cuando solo El se vió dueño libre de un cielo eterno, entero.
El pájaro encerrado no tiene fuerza, ni convicción.
Solo sueños de un pasar un tanto mejor.
El producto del pobre prisionero, de todos o de si mismo, nunca llega lejos;
muere lento, reclinado en el sillón más cómodo. El desgano.
Solo el preso incesante sale al choque, el que cada día se despierta picoteando los barrotes de esa, su casa, que tanto lo oprime.
Despampanantes colores tiene. Llamativo por naturaleza.
Canta entonces, y su silbido se escucha en todas partes.
Es hora de hacer alarde de luchador, es hora de empezar a luchar.
Hora de romper las cadenas y las jaulas y con las alas abiertas y las garras de punta salir a volar en algún cielo eterno, entero. Y no abandonar.

Luchin