10/9/13

Los buenos y los malos hábitos

Los buenos hábitos son los que contagian, de buena fe a la gente.
Son lo malos hábitos, perturbadores de la conciencia, los que tiran por la borda las actitudes sensatas.
Tantas veces como estrellas hay en la noche de los mares del sur, el espíritu de las personas
es juzgado, cuando más que juzgado debería ser rescatado.
La dependencia y los pesimistas no son buenos amigos, aunque a veces se crea que si; eso deberíamos saberlo al momento de ver alguien caer una y mil veces al mismo abismo, a la hora de tenderle una mano.
¿Acaso confundimos el rol del amigo? ¿O estamos creyendo que a un pesimista ya nada lo ayuda?
Sábato dijo muy coherentemente que los pesimistas somos ex esperanzados, con la capacidad de renovar siempre las esperanzas sabiendo que llegará el desconcierto más tarde, por esperar cosas grandes de la humanidad y de nosotros mismos.
¿Cómo alguien con tanta esperanza puede caer tan bajo como para dejar de quererse? Es una pregunta que no muchos nos hacemos, y que menos aún podemos respondernos.
He visto caer pesimistas en las drogas, en camas, han gritado pero no se han oido, el sonido de su voz solo se escucho en su pecho, irritado, acelerado.
El mundo no es apoyo, ni para estos esperanzados cuya esperanza suele ser traicionada. Ni para los niños que pretenden tener esperanzas.
Nietzsche habló en El Anticristo de que la Iglesia católica ha impuesto al mundo la lástima y la compasión, y yo creo que no ha habido error tan grave como este; el espíritu de lucha y la buena fe (la fe en uno mismo) nacen con el poder, el poder de realizar, de realizarse. Nos han quitado las ansias de conseguir lo deseado, nos han puesto en un lugar de pobres, resentidos, desvalidos y solo han logrado desatender a quien necesito una ayuda y dejarlo allí abajo, entre los fracasados, destinados a perecer. Han llevado a ese lugar efímero a prácticamente toda la humanidad.
Ya lo dijo Galeano, ¿por qué cree usted que no todos somos Einstein?
El mundo no nos ha preparado para tal cosa.
Pero aquí estamos, olvidando a fuerza de conciencia algunos valores errados que nos han inculcado, y buscando entre poetas y escritores alguna verdad que aliente el alma y la aleje de los malos hábitos.


Luchin