19/2/10

La guerra es por dentro.


Es cierto, cada nuevo día amanece un nuevo espíritu grabado en la sien de cada persona.
Es cierto también, que cada nuevo día cada persona olvida ese “sueño” en el crepúsculo de la indiferencia.
A veces diría que es mejor olvidar, tantos sueños hay de ganar más dinero que están causando penurias a un inimaginable número de pares, tantas ganas de poder que ya se extingue el racismo que alguna vez fue, ya no importa quién es. La vida y la muerte, la guerra es así.
O por lo menos eso creen.
Pero no es esa gente la que amerita un texto con dedicación, hay cientos y miles de espíritus en el mundo con una utopía de paz, con un puño levantado al abuso, con un grito en el cielo por dejar de morir, con la sensatez de querer decir que esta esfera pronto ya no gira por culpa de nuestra propia inmadurez. De todos estos casos de mentes un tanto más frescas y audaces solo algunas pocas han afrontado realmente el compromiso del cambio; la causa es la lejanía en la que se encuentra el destino de bienestar total: La anarquía para el bondadoso, ancho de respeto y solidaridad.
La comida para quién quiere alimentar masas. La abolición para el vegano. Lo natural para el hombre. Entonces es esta la principal causa de abandono, que genera tal vez falta de coraje, de voluntad, de armas, de empuje. Es que razonando bien miremos este mundo por un segundo, el hombre más rico del mundo no sale con tal nombre en las revistas de fama, se ha dado el lujo de que le llamen su santidad y le alaben con gran confianza. Giremos la cabeza hacia nuestro último Nobel de la Paz, anteponiendo por supuesto el petróleo, la muerte y quienes quieren ser potencia mundial. Observemos bien la historia de América a la que se dieron el gusto de contarla en cada escuela como el simple descubrimiento de un lugar, una mezcla de culturas, y la posibilidad de compartir creencias. Yo mismo estoy cometiendo en este momento un error, con tanto esfuerzo que me costó cuando niño aprender a escribir, para terminar lidiando con mis ojos en una pantalla porque acá no necesito tachar, ni luz; se borra, se va, se esfuma si quiero como se escapan también los sueños de quienes por una u otra razón no los han podido alcanzar.
En fin, la lejanía del objetivo parece alejarnos siempre un poco más. Pero es importante saber que no somos únicos en este lugar, que alguien en algún rincón ha estado pensando lo mismo que en este momento he pensado yo, ahí está la clave.
Imaginemos tal vez el océano, tan lleno y repleto de arena. Puedo asegurar que nunca he visto un grano intentado soportar un mar.
La facilidad de abandono, que suele ser cualidad humana, solo por ser más fácil huir que pelear, mirar que imaginar, creer que pensar, se ha convertido en la perdición, ha creado un agujero entre la libertad y el libertador. Un agujero negro. Un agujero que nadie puede ver. En el se esconden algunas ideas, un poco de alboroto y la fe en uno mismo, esas ganas que opinan a favor de aportar. De comenzar primero a cambiar por dentro. De sustituir el palabrerio por un acto de amor, simplemente de amor (con el, el mundo giraría en su lugar).

Luchin

Foto: http://www.flickr.com/photos/notedelires

1 comentario:

  1. Mientras sigas cometiendo el error de escribir yo voy a seguir enviciándome con tus textos.
    Tenés la realidad a flor de piel jajaja.

    Un beso!

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