17/7/11

Teoría del fracaso electo

En ciertas ocasiones no sabemos por qué lo hacemos. Pero sabemos que lo estamos haciendo.
Y no es que hable de ninguna cosa en particular, es solo que se impregna en la ropa, en el pelo, en la piel, el olor hediondo del fracaso electo. Entonces las caricias se vuelven pegajosas, el amor huele mal y el pelo no se alza con el suceder de las ráfagas de viento. Una bola de pringue se amasa entre las manos y con los ojos cansado cada vez menos sol se ve entre las pestañas que pegoteadas entre malas vibras lloran lágrimas de vacío.
Es una tendencia diría yo. Tendemos a asociar la mala vibra con las pequeñas porciones asquerosas que siempre van a existir escondidas entre las hendijas de la mirada positiva.

Luchin

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